Juan L. Ortiz

Día gris


¿Qué nos pregunta el vago
horizonte que se viene
a nuestra melancolía
lleno de gestos mojados
-tendido fantasma que
absorbe las arboledas
y nos invierte el lirio
húmedo y solo del alma?


de El agua y la noche (1924-1932)

*

Sueño encendido

Otoño, celeste puro, exaltado, entre nubes de humo,
que baja hasta una dulce palidez
entre una tenue gloria de vapores.
Otoño sobre las rosas otoño del mediodía.
Las cosas encantadas en un sueño encendido.
Las chispas, sólo, de las hojas
aleteando.

de El alba sube (1933-1936).


*

El pueblo bajo las nubes

Duerme el pueblo. ¿Es ello cierto bajo esta luz
casi nevada de un jardín algodonoso
que flota, se abre, y ciérrase sobre las calles solas
en una fantasía toda infantil de pura?

Yo sé, oh, que las cosas, sólo las cosas, sólo
se iluminan en esta irradiación alada
y cándida -Grandes cisnes efímeros
sobre un sueño de cal y de follajes?

de El ángel inclinado (1937)

*

Todos aquí

Todos aquí para mirar arder y consumirse este fuego.
Fuego sólo?
No es un corazón apasionado que se ilumina en los cielos?
La pasión de la luz antigua abriéndose en flores encendidas
para mirarse en el espejo humano.
El corazón dice: criaturas terrestres, la vida es gloriosa,
alzaos hasta el fuego armonioso como hasta la sangre del
éxtasis para que todas séais como simientes ardiendo
para las cosechas sucesivas de la luz común que encenderá
hasta la sombra y la estrellará como un jardín.

de El álamo y el viento (1947).

*

En las gargantas del Yan-Tsé

Qué oyó Tou-Fou, qué oyó
en estos silencios que no dejan de subir y a la vez de caer,
fluidos de iris,
así,
a pesar de su espanto sin tiempo?

Sintió, solamente, como Li-Tai-Pe, que se prendían unos gritos
por ahí?
Y el vértigo de la piedra,
y el vórtice de la angustia
que no admite, de improviso, ni siquiera su agonía,
de paja,
aleteando, invisiblemente, casi,
en un junco...
que no admite ni eso para parderse, para perderse, en seguida,
en un sin límite
de congoja...o de niebla?


de El junco y la corriente.